Creo que no nos damos cuenta, pero cuando uno muere realmente es cuando deja de tener curiosidad por lo que le rodea, cuando se renuncia a seguir creciendo y evolucionando a cambio de un tristísimo “así voy tirando, esto es lo que hay”; cuando se pierde la capacidad de asombro por las pequeñas y grandes cosas, por la la voluntad de quedarse extasiado ante un insecto volando o la noticia de que el ser humano ha llegado más lejos que nunca con la nave New Horizons sobrevolando “Ultima Thule”.
¿Sabes una cosa? El mundo no es de la gente llena de certezas (la duda es signo de sabiduría), sino de los aprendices. Porque son los que se adaptan a lo nuevo, porque son los que crean lo nuevo, porque son los que solucionan las papeletas, porque son la vanguardia de la humanidad, o lo que es lo mismo, su esencia.
Y¿qué sería lo contrario a los aprendices? Los que no aprenden, me imagino. Y un humano que deja de aprender y evolucionar deja de vivir y se pone a pasar por la vida. ¿Te puedes permitir eso? Está estudiado por doquier que en las empresas uno de los principales motivos de insatisfacción es que las personas no crecen profesionalmente y sienten que están estancadas. ¿te imaginas año tras año haciendo lo mismo, pensando lo mismo, diciendo lo mismo? Además de ser completamente antinatural, lo único que va a generar a quien lo haga es una enorme frustración maquillada de conformismo. Si queremos seguir vivos, activos, emocionados, ilusionados, sintiendo que la vida nos sirve de algo, hay que seguir aprendiendo, día a día, un poquito cada vez, sin prisa pero sin pausa.
No sé si te habrá pasado a ti (a mi muchas veces): ese día que no has parado y al final de la jornada te dices: «¿pero hoy que he hecho?» Y no sabes ni a que has dedicado el tiempo (eso significa que no se ha habido nada significativo para la vida de uno, que tiene tela… que un día de tu vida pase sin vuelta atrás y sin haber hecho NADA significativo para ti; pero eso si: mucha acción, que no falte).
Pues bien, hay una manera de rescatar un día al límite, y es haciéndose esta pregunta:
¿Qué he aprendido hoy?
Y de repente, de manera mágica, las cosas más anodinas que habían pasado sin pena ni gloria adquieren una personalidad nueva y llena de significado.
No podemos permitirnos no aprender. Como dice mi amigo, compañero y sabio Sergio Fernández,
“Exponte cada día media hora a información que te haga crecer. Eso suma 160 h al año, que no están mal, y en 10 años estas hecho un master en lo que desees ( o antes)”
. Cada vez más vivimos en una burbuja, escuchando y viendo solo lo que nos interesa y cuadra, porque aprender tiene un serio problema:
Está siempre fuera del área de confort. Y eso supone cuestionar lo que ya sabemos, o lo que es lo mismo: tener una gran humildad. Por eso, muchas personas que se autoproclaman (o les proclaman otros) “expertos” son con las que más cuidado hay que tener, porque muchos de ellos (es normal y muy humano) defenderán con uñas y dientes aquellas ideas y postulados que los encumbraron, aunque hoy ya estén desfasadas o al menos con la duda sobre su idoneidad. (eso se está viendo todos los días en la ciencia, por ejemplo. Seguimos quemando gente en la hoguera por decir cosas diferentes a las que defiende la ortodoxia. En este caso, las hogueras modernas son las redes sociales, donde se puede acabar con alguien en un tris tras. Qué aséptico, sin violencia física, ¡como hemos evolucionado!)
Así ese adulto que llevamos dentro lleno de soberbia y sobre todo miedo a que le cuestionen y a no tener razón, se va a resistir como gato panza arriba. Y o recuperamos el niño que tiene confianza, humildad y capacidad de asombro, o nos quedaremos como estamos (que es lo mismo que involucionar, porque el mundo avanza).
Estoy harto de ver profesionales, empresarios, profesores, funcionarios (muchos de los cuales muy cercanos a mi) que llevan años sin reciclarse seriamente, basado en el “ya sé lo que hay que saber”, “a mi me vas a contar”, o en el miedo a encontrarse algo distinto y difícil de asumir. Como tengo dos niños de 10 y 12 años, estoy muy atento al ámbito educativo, y pese a una minoría bastante minoritaria (gracias a Dios en aumento) el resto se recicla poquísimo o da igual porque sigue haciendo las cosas como hace 20, 30, o 40 años (o más) sin tener el más mínimo interés en lo que la ciencia ya está demostrando (sangrante es que se de prioridad a los contenidos sobre el contexto de aprendizaje, que es alentar a que los niños quieran aprender, que es lo primero de todo).
Creo profundamente en el aprendizaje. No sería quien soy hoy sin ello. Los libros que he leído y sigo leyendo, los cursos que he hecho y sigo haciendo, la gente que he cultivado y sigo cultivando, las experiencias
fuera del área de costumbre que he realizado y sigo realizando me hacen darme cuenta de que no tengo ni idea prácticamente de nada, y que por lo tanto todo está por descubrir, y que no me podré aburrir jamás.
Además, biológicamente la neurociencia ya puede afirmar con fundamento que la plasticidad cerebral sigue existiendo independientemente de los años, y que por ello si queremos estar bien, necesitamos crear nuevas sinapsis entre las neuronas, cosa que ocurre cuando nos conectamos a lo nuevo.
¡Aprender es una pasada!!! Y si te atreves contigo mismo, a mirar dentro, no te digo ná…
El otro día mi amigo Ovidio Peñalver, un magnífico formador y un aprendedor profesional , me dio una idea que te expongo aquí. Sabes que para aprender a conducir, es necesario poner un cartel con una letra en el coche para avisar al resto de que eres novel en esa lid. Así que…
¿En qué áreas, temáticas (externas o internas a ti) vas a ponerte a L este año?
Hazte un plan, busca qué, como y con quien, y si es muy diferente a lo conocido, mejor y te garantizo que tendrás un año lleno de sentido y donde sentirás que creces y evolucionas como persona, aunque sea con algo pequeño…. ¡pero hazlo ya!. ¿Te apuntas al reto?
Gracias.
No funciona el Link.
muchas gracias, Theresa, ya está solucionado!